Se diseñaron y crearon armas desconocidas hasta entonces y se
perfeccionaron las empleadas en conflictos precedentes. Junto a éstas pervivió
la tradición, evidenciada en el
manejo de medios de transporte antiguos (caballerías) o el empleo de armas
blancas como la bayoneta, útil en la lucha cuerpo a cuerpo en las
trincheras.
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Su calibre
y precisión fueron incrementándose a lo largo del conflicto hasta llegarse a
fabricar en ciertos casos máquinas gigantescas. Se utilizó como apoyo a la
infantería y frecuentemente se agrupó en grandes concentraciones con el fin de romper
las líneas de trincheras. Como novedad destacó el cañón
antiaéreo. Para la lucha cercana se crearon toda una serie de
armas ligeras como el
lanzagranadas, el mortero
o el lanzallamas.
El
acorazado
Las grandes formaciones de
acorazados
marcaron la pauta en la guerra de superficie. Se trataba de buques de gran
tonelaje y fuerte blindaje dotados de artillería de grueso calibre. Si bien los
alemanes hicieron todo lo posible por emular la potencia de fuego de la marina
británica, a la postre dedicaron sus mayores esfuerzos a desarrollar el arma
submarina
que asestó hasta 1917 duros golpes a la navegación de
superficie.
El fusil
Se empleó masivamente
y evolucionó hacia modelos cada vez más perfeccionados y adaptados a la guerra
de trincheras donde fue acompañado como complemento indispensable por la
bayoneta.
Los medios de transporte y
comunicación
Junto al ferrocarril
y al automóvil, que permitieron el rápido y masivo
traslado de tropas y pertrechos, jugaron un importante papel en esta guerra
aparatos como el telégrafo, la radio
y el teléfono,
imprescindibles en la transmisión de mensajes entre los estados mayores y las
tropas
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