Caída de la
monarquía:
Después de la
renuncia de Primo de Rivera el 28 de enero de 1930, le sucedieron al frente del
gobierno el general Dámaso Berenguer (enero de 1930—febrero de 1931) y el
almirante Juan Bautista Aznar (febrero—abril de 1931). Pero ninguno de ellos
pudo resolver los problemas internos a los que se agregaron los efectos de la
crisis económica mundial, ni frenar los disturbios ocasionados por los
intereses opuestos de los diferentes grupos sociales y fuerzas políticas.
Mientras tanto, la
oposición republicana se había organizado mediante el Pacto de San Sebastián
(agosto de 1930), al que se unieron los separatistas catalanes y los
socialistas moderados. En este acuerdo se llegó al compromiso de que al
establecerse la República se presentaría un Estatuto de autonomía para Cataluña
y se buscaría entablar relaciones con las organizaciones obreras más
importantes, PSOE y CNT, para atraer el apoyo obrero a la causa republicana.
En las elecciones
municipales celebradas el 12 de abril de 1931, los partidos republicanos
obtuvieron una gran mayoría; en las capitales de provincia 67% del electorado
(el sufragio era universal masculino) votó a favor de la unión
republicano—socialista y en contra de la monarquía. Ante esos resultados, el
rey Alfonso XIII decidió abdicar y partió para el exilio. La República había
triunfado a través de una vía pacífica y democrática.
La República fue
proclamada el 14 de abril, tras lo cual se instaló un gobierno provisional que
convocó a elecciones para las Cortes Constituyentes. Dichos comicios,
celebrados el 28 de junio siguiente, dieron mayoría a la coalición Republicana
Socialista, ya representada en el gobierno provisional que continuó en
funciones. La nueva Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de 1931, fecha
en que también fue nombrado Niceto Alcalá Zamora como presidente de la
República (jefe de Estado) y días después fue designado Manuel Azaña en calidad
de presidente de gobierno (jefe de gobierno).
a) La promulgación de una serie de decretos
tendientes a corregir los abusos que los propietarios agrícolas solían realizar
en las contrataciones, y la creación del Instituto de Reforma Agraria destinado
a expropiar, sin indemnización, las tierras de la alta nobleza.
b) La separación de la Iglesia y el Estado que
incluía la disolución de las órdenes religiosas, entre ellas la de los jesuitas
cuyas propiedades serían confiscadas; a las demás órdenes se les prohibía
ejercer la industria, el comercio o la enseñanza, y los sacerdotes quedaban
sometidos al pago de impuestos como todos los ciudadanos.
c) La reforma en la estructura del ejército,
compuesto hasta entonces por un número desproporcionado de jefes y oficiales.
La reforma implicaba la reducción de las regiones militares de 16 a 8, y la
abolición del Tribunal Supremo del Ejército y de la Armada, cuyas atribuciones
pasaron a los tribunales ordinarios. Asimismo se anunció una revisión en la
política de ascensos por méritos de campaña, establecida durante la anterior
dictadura.
d) La promulgación del Estatuto de Autonomía de
Cataluña, que facultaba a la región para constituir un gobierno que llevaría el
nombre de una antigua institución de origen medieval, la Diputación del General
o Gen eralitat. El gobierno catalán tendría competencias legislativas y
ejecutivas en hacienda, economía enseñanza, cultura, sanidad, transporte,
comunicaciones y obras públicas. En manos del gobierno central quedaban los
asuntos exteriores, la defensa y el control de fronteras.
La aplicación de las reformas encontró serios
obstáculos de parte de las fuerzas conservadoras y del ejército, incluso un
fallido golpe de Estado encabezado por el general José Sanjurjo. Los grupos de
derecha decidieron organizarse en contra de las medidas gubernamentales y en
marzo de 1933 formaron la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA),
bajo el liderazgo de José María Gil Robles, en tanto que cobraban fuerza los
partidos de corte fascista, como las Juntas de Ofensiva Nacional—Sindicalista
(JONS) y la Falange Española (FE), creada por José Antonio Primo de Rivera,
hijo del dictador. Los miembros de estas organizaciones constituyeron grupos
paramilitares uniformados que, con camisas azules, actuaban en las calles a
imitación de los grupos de asalto nazis (camisas pardas) o de los fascistas
italianos (camisas negras).
De la misma manera
que Mussolini encontraba en el antiguo Imperio Romano un modelo para su Estado
fuerte, el fascismo español representado por las JONS y la Falange, poseía
nacionalismo exacerbado basado en una visión reduccionista de la historia que
tenía sus raíces en la época de formación del Imperio Hispánico, durante el
reinado de los Reyes Católicos.
La Guerra Civil
Española fue un acontecimiento bélico nacional que, al participar los factores
ideológicos, políticos y económicos que convulsionaban el resto de Europa en
los años treinta, trascendió las fronteras de España y atrajo la intervención
de países extranjeros que aprovecharon el conflicto para convertir al país en
un campo de experimentación bélica, en los umbrales de la Segunda Guerra
Mundial.
En el ámbito
interno, las fuertes tensiones sociales derivadas del atraso económico del país
y de la desigual distribución de la riqueza habían generado un clima de
insatisfacción de parte del pueblo hacia sus gobernantes quienes, además de haberse
mostrado incapaces de avanzar en la modernización del país y elevar el nivel de
vida de sus habitantes, ni siquiera habían podido alcanzar la estabilidad
necesaria para avanzar sin sobresaltos en la evolución de la vida política.
Así, las profundas divergencias políticas se sumaron al descontento social y
crearon una situación explosiva que desembocó en el estallido de una terrible
guerra civil que dividió y devastó España.
Orígenes y
desarrollo.
El conflicto se
inició el 17 de julio de 1936, con el alzamiento de una fracción del ejército
encabezada por los generales Mola y Franco, quienes se trasladaron desde el
Marruecos Español para ponerse al frente de las operaciones militares, con el
propósito de acabar con el gobierno republicano constitucional, dirigido en ese
momento por la coalición izquierdista del Frente Popular. El bando sublevado
representaba a las fuerzas de derecha y extrema derecha, es decir, a la España
rural católica tradicional de los grandes propietarios agrarios, así como al gran
capital conectado con numerosos intereses extranjeros. Mientras que los
pequeños propietarios campesinos reclutados en la Falange y los grupos
carlistas (los llamados “requetés”) constituían el apoyo popular de los
rebeldes. Los miembros de las clases medias favorecieron a uno u otro bando en
función de su ubicación geográfica.
A pesar de que los
sublevados se autodenominaron “nacionales”, en referencia a su propósito de
unificar al país bajo un gobierno central que enalteciera la patria castellana,
recibieron —desde los primeros momentos y a lo largo del conflicto— el auxilio
de tropas italianas y alemanas, además de suministros de armamento y
municiones. Por su parte, la ayuda soviética y la oleada de simpatía que
despertó la causa de la República en Europa y América (en México
particularmente) dieron paso a la formación de unidades de voluntarios
extranjeros de diversas nacionalidades, denominadas brigadas internacionales,
integradas por soldados veteranos de la Primera Guerra Mundial, obreros, estudiantes
o intelectuales que se trasladaron a España para luchar contra el fascismo.
Las principales
consecuencias en el plano económico fueron: pérdida de reservas materiales y
financieras, disminución de la población activa, destrucción de
infraestructura, disminución de la producción y reducción en el nivel de
ingresos .La mayoría de la población
española padeció durante la contienda y por las siguientes dos décadas, los
efectos del racionamiento y la privatización de bienes de consumo. El Plan
Marshall, que después de la Segunda Guerra Mundial ayudó en la recuperación
económica de otros países europeos, no se hizo extensivo a España debido a que
el régimen franquista debía su triunfo a la ayuda nazi—fascista. La Guerra
Civil Española, con todas sus brutales implicaciones para la población y el
desarrollo político y económico del país, parecía constituir el preámbulo de la
nueva guerra total que amenazaba al mundo entero, un conflicto que colocaba a
las naciones occidentales en la disyuntiva entre el terror rojo y la amenaza
fascista, una guerra cuyo desarrollo y pavaoros desenlace final, fundamentarían
los cimientos de la etapa histórica que hoy llamamos "mundo actual".
La Crisis de la
Democracia
Por: Jean Paul Brenet y Michel Launay (1991)
En realidad, la democracia se vio trastornada
por la Gran Guerra y después de ésta ya fiO pudo recuperar realmente su
verdadero lugar en el concierto de las naciones. El desarrollo de las
dictaduras nacionalistas precipitÓ su crisis, y la guerra de España es uno de
los ejemplos que quizá lo ilustren más trágicamente.
Sobre el gran “lienzo” del Guernica, Picasso
quiso reflejar su particular visión del horror de las guerras fratricidas al
tiempo que el fracaso de la gran ilusión de la permanencia de la realidad
democrática. ¿Por qué la democracia iba a ser eterna? Muchas personas se
preguntaban unayotravez sino eran ya necesarios nuevos modelos políticos para
este siglo de hierro. Ya, en 1919, en su obra La decadencia de Occidente,
Oswald Spengler anunciaba la venida de los Césares y la desaparición de la
democracia parlamentaria, a medida que aumentasen las masas populares. En 1934,
Keyserling publica La revolución mundial y la Responsabilidad del Espíritu,
libro prologado por Paul Valéry, y en el que su autor sostiene la necesidad de
una intervención de lo irracional en las instituciones, afirmando que la
democracia ya había cumplido su papel y que el siglo xx es una época de
“domadores” (de masas). 1936-1939 son los años del fracaso de los frentes populares
y del triunfo de las dictaduras. En 1940, Lucien Rebatet publica Decombres,
donde tras un repaso al itinerario seguido por la democracia camino del abismo,
concluye, erróneamente, con su muerte definitiva.
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